El almuerzo en "Las Espadas de Oro" continuaba en un ambiente de risas, conversaciones animadas y lazos familiares que se tejían. La mesa, ahora con seis personas, era un microcosmos de diferentes mundos que se unían en un momento de alegría y camaradería. Yago, Nant, la hermana de Nant, la madre de Nant y Sofía, la amiga de la hermana de Nant, compartían una comida que trascendía la mera alimentación. Carlos, el chofer de Yago, estaba sentado en una mesa cercana, disfrutando de su almuerzo mientras vigilaba discretamente el grupo. El ambiente era de una calidez y felicidad genuinas, que no se veían afectadas por la diferencia de estatus social entre los comensales.
Pero de repente, el sonido familiar de un celular interrumpió la armonía. Era el teléfono de Sofía, la amiga de la hermana de Nant. La joven se disculpó, revisó la pantalla y, al ver el nombre de sus padres, se apresuró a contestar.
—Hola, mamá —dijo Sofía, su voz un poco nerviosa—. Sí, estoy bien.
Una voz preocupada reson