Nant no titubeó. Después de colgar Yago, tomó su propio celular y marcó el número de su madre. La petición de Yago, aunque envuelta en un tono casual, era en realidad una orden, y Nant lo sabía perfectamente. A lo largo de su relación, había aprendido que los pedidos de Yago rara vez se cuestionaban; se ejecutaban, y se ejecutaban en el acto. La rapidez y la eficiencia eran valores fundamentales en el mundo de Yago, y Nant los había asimilado con una facilidad sorprendente.
Su madre, sin embargo, no contestó de inmediato. Probablemente seguía en el trabajo a esa hora del día. Nant le envió un mensaje de texto conciso, sabiendo que su madre lo vería tan pronto como pudiera. Cuando finalmente hablaron, la conversación fue breve y directa, tal como Yago prefería.
—Má' —dijo Nant, con una autoridad tranquila que se había vuelto una segunda naturaleza para ella—. Carlos va a pasar por ti y de ahí van por mi hermana. Necesito que me ayuden. Yago me invitó a cenar y necesito comprar un vesti