Cuando Miranda sintió que el hombre había descendido por completo aquella cremallera y que su espalda recibía ese frío de golpe, un escalofrío la recorrió. No solo estaba provocado por el aire acondicionado, sino por el efecto poderoso que Alec tenía sobre ella. Estaba allí, sintiendo la intensidad de un calor y un frío simultáneos.
Las emociones dentro de su estómago se revolvieron y se hicieron una sola. Sentía que estaba perdiendo la cabeza, que ya no podía con tanto, pero rogaba por encontrar un poco de dominio propio.
Finalmente, se dio la vuelta y lo miró con la expresión más seria que pudo reunir, tratando de aparentar control cuando en realidad sentía un torbellino incontrolable. El hombre la miró profundamente.
—Creo que yo puedo hacer el resto yo sola —dijo ella, respirando con dificultad—. Te lo agradezco —agregó. Alec dio un paso al frente. Ella quiso retroceder, pero sus pies se sintieron clavados al suelo. No podía moverse. Estaba aturdida por la forma en que él la mira