—Alec, hay algo que me preocupa —comenzó a decir Miranda con sinceridad. El hombre se detuvo, capturando su atención.
—¿Cuál es la inquietud que tienes en este momento, Miranda? Habla de una vez por todas.
—Pienso en tu hijo. Tu propio hijo no debería enterarse de estas cosas de golpe. Podría confundirlo. Es un pequeño, así que pienso que antes de exponerlo ante los medios y, peor, en toda esta mentira, creo que deberías hablar con él. Explicarle la situación, al menos ser sutil. Y tampoco recurrir a la mentira; podrías solo decirle que en realidad yo soy tu esposa y que mañana iremos a un evento en el que debe ir porque es tu hijo. No es necesario que le digas que yo estoy fingiendo ante los demás que seré su madre. Creo que podría ser un golpe para él.
Alec se quedó curioso. Pensó que Miranda no se preocupaba en absoluto por su hijo, pero en realidad ya había habido ocasiones en las que ella había mostrado preocupación por el niño, lo había curado y se había inquietado. Una vez más,