Alec finalmente llegó del trabajo. Lo primero que hizo fue dirigirse directamente a la habitación.
—¿Realmente has decidido aceptar lo que ha dicho mi madre? —le inquirió, sin preámbulos.
—Supuse que también te lo diría —respondió Miranda, manteniendo la calma a pesar de la presión.
—Ciertamente, mi madre siempre me pone al corriente de todo, así que me lo ha dicho. Pero todavía sigue bastante extrañado. No entiendo cómo es que, repentinamente, estás de nuestro lado y estás de acuerdo con fingir ser la madre de Edward. Anoche parecías bastante molesta. ¿Debería preocuparme? ¿Estás ocultando algo?
El hombre se le acercaba cada vez más de forma peligrosa. Miranda tragó saliva con dificultad, disimulando su nerviosismo, pero sintiéndose sometida por la intensidad de su mirada.
—Alec, me tienen acorralada. Tu madre y tú me tienen atrapada de alguna manera, así que no sé qué te sorprende —desvió la mirada, intentando que él no descubriera su juego.
Antes de que pudiera retirars