Vera seguía en su nube de felicidad. A pesar de la extravagante y rápida propuesta de Zamir, el anillo en su dedo era una prueba tácita de que el riesgo a veces valía la pena.
—¡Por supuesto que acepto! —había dicho, y se sentía flotar. Zamir, con esa sonrisa triunfante y cariñosa que la derretía, deslizó el hermoso diamante en su dedo.
Después de que Zamir se marchó a su reunión, Vera no pudo contener la noticia. Llamó a Miranda, chillando de alegría.
—¡Miranda! ¡Tengo que decirte algo! He perdido la cabeza por amor. ¡Me ha pedido ser su novia con un anillo! Esto tiene que ser un sueño, estoy demasiado contenta.
Miranda escuchó a su amiga con sincero afecto.
—Pues estoy bastante contenta por ti, Vera. Te lo mereces. Aunque te aconsejaría que fueras con cuidado. Zamir no tiene el mejor historial —advirtió Miranda.
—Tal vez tenga que ir con cuidado —dijo Vera, pero el brillo del anillo contradecía su prudencia.
Estuvieron conversando un rato largo, hasta que Miranda terminó la llamada,