127

Xiomara, la ama de llaves, al percibir el ambiente peligroso, que inevitablemente seguía allí pero no debía presenciar, se quedó perpleja. Decidió marcharse y dejarlos a solas. Salió de la sala tan rápido como pudo, cerrando la puerta corrediza tras de sí.

Miranda se acercó peligrosamente al hombre. Molesta, enfurecida. Estaba temblando, no de miedo, sino de una rabia helada que buscaba quemar algo. Comenzó a golpear su pecho con los puños cerrados, golpes que, aunque no le hacían daño físico, destrozaban algo dentro de Alec.

—¡Dime si lo que acabo de leer es cierto! —exigió, mientras seguía golpeándolo—. ¡Por eso estabas actuando extraño anoche! ¡Por eso me quitaste mi teléfono! ¡No querías que yo me enterara de la verdad, no es así! ¡Solamente estabas haciendo tiempo, buscando una coartada, para luego darme excusas y otra vez mentirme! Todo lo dijo con rabia, lágrimas de dolor puro brotando de sus ojos.

Alec se quedó callado, sin poder defenderse. No quería hacerlo. Entendía que Mi
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App