En la asepsia de la habitación del hospital, Alec intentaba incorporarse, luchando contra el mareo residual. Miró a su amigo, el Doctor Marcus Gray, con una urgencia que rozaba la locura.
—Necesito ir con ella, Marcus. Necesito hablar con Miranda —insistió Alec, con la voz ronca pero firme—. Tengo que explicarle las cosas antes de que ella misma se entere por las noticias. Si lee esos titulares... pensará que todo esto es cierto, cuando no es así. Hay cosas que son mentiras, ni siquiera yo estaba al tanto de este supuesto robo. No estoy seguro si es un sabotaje o una verdad retorcida, pero estoy tan confundido que necesito verla a los ojos.
Marcus suspiró, frustrado, y le puso una mano en el hombro para detenerlo.
—Tienes que calmarte, Alec. Tienes que hacerlo por tu propio bien, amigo. Ahora mismo, mira lo que ha pasado: colapsaste. Entiendo que tu situación es bastante intensa, es muy complicada y es obvio que te preocupas, pero deberías descansar. Tu presión arterial fue una bom