El sol del anochecer proyectaba un tinte dorado sobre la bulliciosa calle. Jaden caminaba con las manos en los bolsillos, el cuello de su chaqueta negra levantado mientras una brisa suave pasaba por allí. Su paso era relajado, demasiado relajado para notar la pequeña figura que se abalanzaba hacia él desde la multitud.
—¡Hermano! —sonó una voz familiar.
Se dio la vuelta justo a tiempo para que Julie se abalanzara sobre él en un abrazo que era más bien un empujón. Sus cejas estaban fruncidas de frustración.
—¡Casi llevo una hora esperándote! —resopló, cruzando los brazos—. ¿Por qué siempre llegas tarde?
Jaden alzó una ceja, sintiendo que la situación era divertida. —Tuve que ocuparme de algunas cosas. Asuntos de negocio.
Julie frunció el ceño reprochándole: —¿Por qué tuvo que ser hoy? Lo olvidaste, ¿verdad?
—¿Qué olvidé? —preguntó, realmente confundido.
Julie gimió y se dio un golpe en la frente. —Je, es el cumpleaños de Hannah, genio. ¿Cómo puedes olvidar el cumpleaños de tu fut