Los pensamientos de los adultos se interrumpieron cuando Mia tiró de la manga de Jaden, con la voz suave y cansada.
—Papá, tengo hambre. ¿A qué hora vamos a comer? Hace rato tenían tanta comida en las mesas... olía muy rico.
La niña se refería al espléndido despliegue en el banquete del setenta cumpleaños de Xander. El comedor había rebosado de aromas intensos y emplatados elegantes. Carne Wagyu sellada a la perfección, foie gras sobre tostadas doradas, torres de langosta, caviar en cuencos de cristal y abulón dispuesto como una obra de arte.
No era solo extravagante; era intimidante. Cada platillo parecía capaz de devorar el salario de un mes entero. Algunos, tal vez el de todo un año. Para la mayoría de las familias, eso no era comida. Era una advertencia.
Selena se agachó junto a su hija y le apartó un mechón de cabello de la mejilla.
—Esas comidas son demasiado caras, mi amor. Mamá te preparará algo en cuanto lleguemos a casa, ¿está bien?
Pero Jaden ni siquiera la miró. Sus ojos s