—Este lugar se ve de locos —murmuró Vane, con la voz tensa por la incomodidad—. Es lujosísimo. Seguro cuesta un ojo de la cara nada más sentarse.
Los tacones de Selena resonaron contra el inmaculado piso mientras le lanzaba una mirada seca a su padre.
—Es caro. Un plato sencillo aquí podría salir en decenas de miles de dólares.
Su tono era tranquilo, pragmático.
—Este no es solo un sitio para gente rica. Es para gente con conexiones. Si no tienes peso en esta ciudad, no perteneces aquí.
Nora tomó aire con fuerza, recorriendo con la mirada el vestíbulo iluminado por candelabros.
—Jesús. Es un robo a mano armada. Tendríamos que vender un riñón solo para pagar la entrada. ¿Qué hacemos aquí? No pasemos vergüenzas.
Dijo esto mientras buscaba la mano de su esposo para jalarlo hacia atrás. Jaden, que iba un paso adelante, se volvió con una sonrisa tranquila.
—Relájense. Se preocupan demasiado. Es solo comida. Dije que yo pagaba la cuenta, ¿no?
Vane lo miró como si hubiera perdido la cabeza.
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