—¿Que no puedo irme de aquí? —La voz de Jaden era tranquila, incluso divertida. Se sacudió una pelusa invisible de la manga mientras echaba un vistazo al silencio quebrado de la habitación.
—Me malinterpretaron —continuó, con un tono pausado—. No saqué a las damas porque tuviera miedo... las saqué para que su sangre no les arruinara los vestidos.
Sus palabras retumbaron en la habitación como un trueno.
La cara de Bright se deformó de ira.
—¡Maldito infeliz! —gruñó—. ¿Sigues haciéndote el valiente cuando estás por morir? ¡Mátenlo! ¡Ahora!
Uno de los guardias de Bright rugió y se lanzó hacia adelante, con el puño por conectar a la cara de Jaden.
Pero Jaden no se inmutó. Levantó un solo dedo y detuvo el golpe en el aire.
La habitación se paralizó. Incluso el viento afuera pareció detenerse por un instante.
—¡¿Qué?! —La voz del hombre se quebró, incrédula—. ¿C-cómo... cómo puede detenerme con un solo dedo?
Jaden inclinó ligeramente la cabeza, como si observara a un bicho raro.
—¿Eso es tod