Capítulo Ochenta y Cinco. El juramento del Alba
El gran salón estaba casi irreconocible.
Piedras rotas, antorchas temblorosas, un tapiz desgarrado… Y, aun así, nunca había parecido tan vivo.
Porque por primera vez en años, la manada entera estaba reunida no por miedo, ni por guerra… sino para elegir libremente a quién seguir.
Y habían elegido.
Rowan estaba de pie en lo alto de los escalones, el nuevo trono de piedra detrás.
No llevaba corona.
Solo su cicatriz en la ceja, su mirada de fuego contenido y la insignia de plata del Alfa sobre el pecho.
A su derecha, Lyra, la Luna, con un vestido negro bordado en hilos de luna y ceniza. La mirada de ambos se cruzaba a cada instante, como si confirmaran, sin palabras, que todo era real.
Kael estaba un paso más abajo.
No vestía ropas reales. Solo cuero oscuro, el pecho descubierto mostrando heridas aún frescas.
Pero cuando Rowan levantó la mano, Kael avanzó.
Sus pasos resonaron en el salón roto.
Rowan habló, con voz grave:
—Kael Armandis… mi