Capítulo veinticuatro: Heridas abiertas
La sala estaba en silencio, salvo por los sollozos ahogados de Lyra.
Liam descansaba en una cama improvisada, el rostro bañado en sudor, la frente vendada con cuidado por Ewan. Dormía profundamente bajo el efecto de un sedante herbal que Morgana había dejado en secreto, entre sus frascos escondidos. A su alrededor, el mundo parecía suspendido.
Kael estaba de pie junto a él, la mandíbula tensa. No podía apartar la mirada del niño. Cada vez que lo hacía, sentía una punzada en el pecho, como si le arrancaran algo vital.
—Esto no es normal —murmuró al fin, rompiendo el silencio—. No puede ser solo empatía.
Ewan alzó la vista. Estaba sentado cerca de Lyra, sin soltarle la mano.
—Claro que no lo es —dijo con frialdad—. Porque tú no eres cualquiera para él. Ni para ella.
Los ojos de Kael se posaron en Lyra.
—¿Qué eres para mí, Lyra?
Ella abrió la boca. No tenía palabras. Tenía miedo. Miedo de decirlo… y de que él lo supiera antes que ella.
Fue Rowan qu