Capítulo diecisiete: Las sombras también arden.
El pasillo estaba en silencio, pero no en paz. Las paredes de piedra del ala norte del castillo absorbían los murmullos que Lyra creía haber dejado atrás en el salón, donde Kael y Rowan se miraban como dos fuegos enfrentados a punto de encender un bosque.
Con Liam dormido sobre su hombro, respirando con esa dulzura que partía el alma, Lyra caminaba de regreso a sus aposentos, sin saber si temblaba por el frío de la noche o por lo que acababa de ocurrir. Rowan la había salvado otra vez. Kael había sentido el peligro como si fuera suyo. Y ella… ella no sabía a quién le dolía más mirar.
Una ráfaga de viento sopló desde una rendija oculta. No era natural. Lyra se detuvo, apretando a Liam contra su pecho.
—No es nada, solo estás nerviosa —se dijo.
Pero en la penumbra, una figura emergió de la pared como una sombra hecha carne.
—¿Mamá Morgana? —susurró Lyra, apenas creyendo lo que veía.
—No hables tan alto, mi niña —dijo la bruja, envuelta en