Capítulo Dieciséis. Deseos que arden, sombras que crecen.
El castillo no dormía.
Aunque la noche cubría el reino como un velo de terciopelo, las velas seguían encendidas en cada rincón. Guardias patrullaban los pasillos con paso acelerado, hechiceros de la corte eran convocados de urgencia, y las bestias del bosque, más inquietas que nunca, rondaban las murallas sin atreverse a cruzarlas. Algo más antiguo que la guerra se había despertado.
Kael no había vuelto a dormir desde el ataque en la frontera. Reunido con los jefes de escuadra, su temple era imponente, pero su mente vagaba, tironeada por una pregunta que lo devoraba: ¿Y si Lyra no era un peligro... sino la única que podía salvarlos?
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Rowan, mientras tanto, observaba desde las sombras. Siempre desde la sombra.
—Te estás distrayendo, hermano