Capítulo Doce. La grieta en el muro
Lysandra observaba desde la galería alta, los dedos crispados sobre el mármol de la baranda.
Desde allí podía ver cómo Kael sostenía la mano de Lyra mientras el niño dormía en la enfermería, rodeado de sanadores. El lazo entre ellos ya no era un rumor: era una evidencia. Y como toda evidencia, era peligrosa.
—Maldita sea —susurró entre dientes, tan bajo que ni el eco quiso cargar con esa furia.
Maelia se mantenía a su lado, callada, con los labios apretados. No por falta de opinión, sino por miedo. El mismo miedo que siempre le helaba el alma cuando su abuela estaba en ese estado. Fría. Mortal.
—Ella es un problema —prosiguió Lysandra, como si escupiera veneno—. Un problema que debimos erradicar hace años.
—No sabemos con certeza si es Serena —dijo Maelia con voz apenas audible.
—¡No seas estúpida! —Lysandra la miró como si quisiera atravesarla con la mirada—. Claro que lo es. Y si no lo fuera, Kael ya la habría desterrado. ¡Pero no puede! Porque la