Al verme, no perdió la oportunidad de saludarme con sarcasmo:
—¡Hola, Luna Lucy! Qué pena molestarlos tan tarde. Aún quedan algunos asuntos pendientes de la manada. Le traigo los documentos al Alfa Ethan. ¿No se enojará?
Todavía llevaba puestos esos aretes de zafiro, que bajo la luz despedían un brillo deslumbrante.
Me acerqué y olí el mismo perfume que había percibido en Ethan.
Antes de que yo pudiera hablar, Ethan fue el primero en reaccionar.
Frunció el ceño y le espetó con dureza:
—¿Quién te da permiso para venir aquí? ¿Acaso no te dije claramente que el trabajo jamás debe interferir con mi familia?
Al ver su actuación, solté una risa burlona en mi interior.
¿Realmente le preocupaba mi tranquilidad o que descubriera su affaire?
Nora puso cara de víctima:
—Solo vengo a traerte los documentos.
El ambiente se volvió tenso. Intervine en el momento preciso:
—Nora también viene por trabajo. Mejor pasemos adentro.
Una vez dentro, de repente fingiendo total naturalidad tomó del brazo a Ethan.
—Tu corbata quedó en la oficina. Te la traigo.
Parecía inocente, pero su mirada hacia mí estaba cargada de provocación.
Era obvio que quería que supiera que habían estado juntos esa noche, y que hicieron algo tan íntimo como para que se quitara la corbata.
De pronto, me pareció absurdamente ridículo.
En el pasado, me habría vuelto loca de rabia, gritando y exigiendo saber qué había entre ellos.
Pero ahora ya nada de eso me lastimaba. Así que, en mis ojos, su provocación no era más que una payasada patética.
—No hay problema —dije, tomando la corbata antes que Ethan—Gracias por molestarte en venir tan tarde.
Ethan, con el cabello aún mojado, la apartó con rudeza detrás de él.
—¡Basta de tonterías! ¡Ven conmigo al estudio!
Luego se volvió hacia mí y su tono se suavizó al instante:
—Cariño, vete a dormir. No me esperes. Esto no tardará.
Asentí, di media vuelta y me encerré en la habitación principal.
Afuera, los pasos apresurados de Ethan arrastraban a Nora hacia el estudio. No olvidó trabar la puerta con llave.
¿Era necesario cerrar bajo llave solo para hablar de trabajo?
Ethan creyó que así podría engañarme. Pero olvidó que años atrás, para demostrarme su lealtad, me había dado acceso total a la cámara de su computadora.
Y durante todos estos años, confiada en él, nunca la revisé.
Con el tiempo, los dos lo olvidamos.
Pero ahora tomé mi celular y abrí la aplicación de vigilancia. Justo a tiempo para ver lo que ocurría en el estudio.
En el instante en que la imagen apareció, la sangre pareció helárseme en las venas.