Al entrar al estudio, Ethan golpeó la mesa furiosamente:
—¡Te he advertido mil veces que no dejes que Lucy te vea! ¿Y si descubre lo nuestro?
Pero Nora, lejos de retroceder, rodeó su cuello con sus brazos:
—¿Qué temes? Esta noche en la oficina me pedías que no me detuviera. ¿No deberías alegrarte de que ahora venga a entregarte el servicio a domicilio?
El rostro de Ethan se nubló de conflicto mientras desenredaba sus brazos:
—No te excedas. ¡Nuestra habitación está justo al lado! Si ella se entera, no te perdonaré.
Nora se rio y, con provocación, se desabrochó el abrigo.
—¿Y qué? Ya cerró la puerta y se durmió. No nos verá. Además ¿acaso no me deseas?
Bajo su abrigo solo llevaba un conjunto de bikini sensual y seductor.
Frente a eso, Ethan no se resistió. Sus ojos se encendieron de deseo.
Mientras se besaban con frenesí, un dolor agudo atravesó mi corazón.
La conexión única entre compañeros me hizo experimentar una agonía infinita en el instante de su traición.
Caí sobre la