*—Danny:
—¿Estás seguro de esto, Danny? —preguntó Uriel en voz baja, con la mirada fija en la casa de dos pisos que se alzaba ante ellos. Era la casa donde Danny había crecido, y donde, para Uriel, todo se había quebrado.
Danny soltó una breve risa, más por nervios que por diversión, y le dio un apretón firme a la mano de su pareja. Un gesto silencioso, lleno de significado: “No estás solo. Esta vez lo enfrentamos juntos.”
—Sí, estoy seguro —respondió con firmeza, girando la cabeza para mirarlo. Uriel, a su lado, se veía tenso, con los labios apretados y los ojos brillando con una mezcla de miedo y ansiedad. Danny lo entendía.
La última vez que Uriel había cruzado esa puerta, Danny lo había llevado con la intención de pasar un momento íntimo, aprovechando que sus padres no estarían en casa, pero fueron descubiertos, sorprendidos en pleno acto, y lo que vino después fue humillación y rechazo. Danny todavía podía recordar con dolor las palabras crueles que su madre lanzó contra Uriel, e