*—Danny:

Siguió revisando la caja y con manos temblorosas, encontró otro objeto importante.

Danny tomó un álbum pequeño de tapa azul, adornado con pegatinas infantiles ya descoloridas. No entendía porque Erika lo había dejado allí, pero quizás no había organizado las cosas de la caja con una segunda intención. Danny sonrió al ver el pequeño objeto, el cual él mismo había armado con esmero, dedicando noches enteras a imprimir, recortar y pegar cada foto. Era un álbum de Nathaniel. Su niño.

La primera página lo recibió con la imagen de su hijo recién nacido, envuelto en una manta verde con gorrito blanco. Tan diminuto, tan frágil… tan perfecto. Danny sonrió, y su dedo rozó la imagen como si pudiera acariciar ese momento una vez más.

Pasó las hojas lentamente. Cada página era una cápsula del tiempo. Nathaniel creciendo: la primera sonrisa, los primeros pasos, la fiesta de su tercer cumpleaños con una piñata más grande que él, unas vacaciones en la playa donde su piel se enrojecía por el