*—Danny:
Estaba perdidamente enamorado de Uriel.
Y no de ese amor suave, adolescente, que alguna vez lo estremeció en su juventud.
No. Esto era diferente. Era más profundo. Más crudo. Más urgente.
Lo pensaba a toda hora. En el trabajo. En la ducha. Cuando se iba a dormir. Y especialmente cuando lo tenía cerca. El simple roce de sus dedos, una sonrisa ladeada, la manera en que lo miraba cuando creía que Danny no se daba cuenta… todo en Uriel lo hacía desearlo de una forma que bordeaba lo desesperado.
Desde que se habían convertido en vecinos, habían caído en una rutina deliciosa. Cenas juntos casi todas las noches, turnándose entre apartamentos. A veces cocinaban. Otras veces pedían comida. Siempre terminaban igual: con Uriel sentado en su regazo, los labios encendidos de besos, las manos explorando piel, sus cuerpos frotándose, calientes, hambrientos, al borde de algo que aún no cruzaban.
Uriel no estaba listo. Danny lo sabía. Lo respetaba.
Cada noche, lo preparaba con pacienci