Daniela apretó el teléfono. Ella tampoco quería terminar con Nicolás, pero quería salvarlo.
No quería que él viviera toda la vida en las sombras.
Esperaba que algún día pudiera salir de ahí y vivir realmente bajo la luz del sol.
Antes Diego había perdido a su padre desde pequeño. Todos decían que era hijo de un narcotraficante, siempre vivió en las sombras, cargando con pesadas cadenas. Después murió su madre, él tuvo un accidente y cayó por un acantilado. Su vida siempre había avanzado en la oscuridad.
Ahora se había convertido en Nicolás. Ya había logrado tocar la luz con esfuerzo, solo le faltaba un paso más.
Ella quería que él viviera bajo la luz del sol.
Daniela apretó el teléfono y dijo con crueldad:
—Nicolás, ya terminé contigo. Resuelve tus propios asuntos tú mismo. Hasta aquí, cuelgo.
Daniela iba a colgar el teléfono, pero Nicolás gritó enojado:
—Daniela, sal.
—No voy —respondió Daniela.
—Ya que quieres terminar, quiero que bajes y me lo digas en persona. ¿Qué sentido tiene de