Valentina llevó a Sofía al restaurante y pronto llegó Daniela.
Después de tres años, Daniela no había cambiado mucho. Su largo y negro cabello caía ordenadamente sobre sus hombros, y su pequeño rostro ovalado lucía radiante y delicado. Nada más aparecer, era evidente que se trataba de una señorita de buena familia.
Daniela corrió hacia ellas, emocionada. —¡Valentina, Sofía!
Valentina y Daniela se dieron un gran abrazo.
Sofía dijo con su voz infantil: —¡Vaya, Daniela está más guapa que la última vez que la vi!
Daniela se agachó y besó a Sofía con alegría. —Sofía, soy tu madrina. ¡No puedes llamarme Daniela, debes llamarme madrina!
Sofía sonrió. —Pero Daniela es tan guapa que si salimos juntas, la gente dirá que eres mi hermana mayor.
—Mi Sofía tiene una boca de angel... ¡Mira lo que te he traído!
Daniela colocó una pulsera de diamantes en la muñeca de Sofía.
Valentina sonrió. —Daniela, eso debe ser muy caro. Sofía es aún pequeña, no es necesario regalarle cosas tan costosas.
Daniela res