Daniela negó con la cabeza. —No. Hace tres años me llamó para que nos viéramos, pero cuando llegué no había nadie. Después no lo volví a ver.
Daniela sonrió con ironía. —En aquel entonces ya estaba casado. Tampoco he vuelto a ver a Viviana. Quizás se fueron a vivir a otro lugar juntos.
Valentina miró a Daniela con compasión. —Daniela, ¿estás bien?
Daniela esbozó una sonrisa forzada. —Estoy bien, Valentina. Lo de Diego y yo terminó. Ya no voy a sufrir más por él.
Valentina asintió. —Me alegro. Entonces comamos.
En ese momento, entraron dos personas más al restaurante: Luciana y Mariana.
Luciana y Mariana habían quedado en ridículo en la fiesta cumbre, y ahora habían salido a cenar juntas.
Mariana dijo enfadada: —Todo es culpa de esa zorra de Valentina. Ahora todo el círculo de la alta sociedad se ríe de nosotras. Los herederos ricos con los que me comunicaba en privado me ignoran y me han bloqueado.
Mariana siempre había jugado a dos bandas, manteniendo relaciones ambiguas con varios he