—Mateo, veo que realmente has cambiado. Ahora te muestras indiferente conmigo. ¿Por qué estuviste con Valentina anoche?
—Hace un momento fui tan directa contigo y me rechazaste. Quieres estar con Valentina pero no me tocas a mí. ¿Acaso mi atractivo es menor que el de Valentina?
El rostro de Mateo, bañado por la tenue luz, era difícil de distinguir con claridad.
—Luciana, mi paciencia tiene un límite. Si no me muestras el jade ahora, entonces...
—¡Mateo, mira lo que tengo! —exclamó Luciana mientras sacaba el jade.
Mateo se sobresaltó. Reconoció inmediatamente su jade, la reliquia familiar de los Figueroa, única en su tipo.
Sin duda, ¡era su jade!
¿La chica que lo salvó aquella vez fue Luciana?
Luciana miró a Mateo:
—Mateo, el jade siempre ha estado conmigo. Me duele mucho tu actitud, ¿cómo puedes dudar de mí? ¿Acaso Valentina te dijo algo? ¿Te dijo que ella te salvó?
—Esto es como la fábula del granjero y la serpiente. Años atrás, sentí lástima por Valentina y le permití quedarse en la