Capítulo 131 —Debes soltar
Narrador:
Llegaron a la mansión ya entrada la tarde, con ese cansancio raro que no pesa porque está lleno de ilusión. Mateo los condujo directo a la casa de huéspedes, cruzando el jardín. Diego iba adelante, mirando todo con ojos enormes, como si cada paso fuera una revelación.
—¿Es acá? —preguntó, señalando la construcción.
—Es acá —respondió Mateo —Nuestra nueva casa.
Diego no esperó más. Apenas entraron, salió disparado por el pasillo, abriendo puertas sin pedir permiso hasta que dio con su cuarto.
El cuarto era enorme. Demasiado, incluso. Una cama grande, mullida, impecable. Ventanas amplias. Un escritorio que todavía no decía nada de nadie.
Diego se quedó quieto medio segundo.
Y después hizo lo inevitable.
Corrió y saltó arriba del colchón, una vez, dos veces, tres, riéndose a carcajadas, rebotando como si hubiera descubierto la felicidad absoluta.
—¡MAMÁ! —gritó —¡MIRÁ ESTA CAMA!
Dinorah se apoyó en el marco de la puerta, con la mano en el pecho, sonrie