Mundo ficciónIniciar sesiónLa madrugada en Miami Beach no trajo la calma, sino una orquesta de sirenas azules y rojas que barrían rítmicamente las paredes de mármol de la mansión.
El equipo de seguridad privada de los Lockwood, hombres de rostros pétreos y auriculares de comunicación constante, se movía por la propiedad con una eficiencia militar y la policía de Miami ya había tomado declaraciones iniciales, pero para Iván, ellos eran solo ruido de fondo.
Su verdadera preocupación estaba en el informe que acababa de recibir de su jefe de seguridad, Marcus.
— Los códigos de la zona perimetral y el acceso secundario no fueron forzados, señor — informó Marcus en el gran salón, donde el espejo grabado con el logo de Vanguard seguía siendo un recordatorio siniestro — Fueron clonados con una llave maestra digital.
Iván, que sostenía un vaso de whisky intacto solo para sentir el frío del cristal en su mano, apretó la mandíbula hasta que le dolió.
— Eso es imposible, Marcus. Esas llaves solo las tenemos Henry, tú y yo.
— Y el servidor central del banco — añadió Marcus en voz baja — Alguien con acceso de nivel administrador facilitó la entrada. Fue un trabajo desde dentro, Iván.
La paranoia, una vieja conocida de Iván, se instaló en su pecho como un bloque de granito.
Miró hacia las escaleras, en su mundo de números y adquisiciones hostiles, la traición era la única variable que nunca lograba predecir del todo. ¿Quién de su círculo íntimo quería verlo caer tan desesperadamente como para poner en riesgo la vida de su hija?
En la planta superior, el ambiente era drásticamente distinto.
Alma estaba sentada en la cama de Kira, acariciando la espalda de la niña bajo la tenue luz de una lámpara de noche, y Kira se negaba a soltarla, cada vez que Alma intentaba levantarse, los dedos pequeños de la niña se cerraban sobre la seda de su vestido con una fuerza nacida del pánico puro.
Iván entró en la habitación con pasos silenciosos. Verlas así, le produjo una punzada de algo que se parecía peligrosamente a la gratitud.
— Se ha dormido finalmente — susurró Alma, sin dejar de acariciar el cabello de la pequeña.
— Marcus dice que no se irá de aquí, si intentas salir, se despertará gritando — dijo Iván, acercándose al pie de la cama. Sus ojos se encontraron con los de Alma en la penumbra — Quédate con ella esta noche, Alma. Por favor… hay un diván en la esquina, o... quédate en la cama, no me importa el protocolo ahora, solo quiero que ella se sienta segura.
Alma asintió. No había rastro de la combatividad de horas antes.
— Está bien, Iván, no la dejaré sola.
Iván se quedó un momento más observándolas, sintiéndose un intruso en ese oasis de ternura, luego se dio la vuelta y salió, pero el silencio de la casa, ahora que los peritos se habían marchado, lo empujó hacia la cocina en busca de algo que no fuera alcohol para calmar sus nervios.
A eso de las cuatro de la mañana, la cocina de la mansión era tan impersonal con esos acabados de acero inoxidable y las sombras alargadas.
Iván estaba sentado en la isla central, con la mirada perdida en el vapor que subía de una cafetera automática.
Escuchó unos pasos ligeros y se tensó por instinto, relajándose solo cuando vio a Alma entrar, se había quitado los tacones y caminaba descalza, viéndose extrañamente pequeña en aquel espacio inmenso.
— Kira está profundamente dormida — dijo ella, sentándose en el taburete contiguo — Vine por un vaso de agua, pero el olor del café me convenció.
Iván le sirvió una taza sin decir palabra, el silencio entre ellos ya no era de confrontación, sino de agotamiento compartido.
— Ese símbolo en el espejo... — empezó Alma, rompiendo el hielo — Henry me contó algo sobre tu pasado. Sobre tu incapacidad para proteger a quienes quieres… — Asomó con extremo cuidado.
Iván soltó una risa amarga y corta.
— Henry habla demasiado. Pero tiene razón, Julian Vane, el hombre detrás de Vanguard, no es un delincuente común, es un psicópata con un MBA, Master of Business Administration — Explicó — Cuando destruí su empresa, no solo le quité el dinero, le quité su legado familiar. Este ataque... fue para recordarme que no importa cuántas paredes de acero construya, él puede entrar cuando quiera.
— Pero, ¿por qué ahora? — preguntó Alma, envolviendo sus manos alrededor de la taza caliente — ¿Por qué justo antes de la audiencia con la jueza?
Iván se inclinó hacia ella, su rostro cansado estaba apenas iluminado por la luz tenue de los bajos muebles de la cocina.
— Porque él sabe que estoy en mi momento más vulnerable. Sabe que la custodia de Kira pende de un hilo, y si logra demostrar que mi casa no es segura, o si logra quebrar mi estabilidad emocional, Lina ganará por defecto, y Julian sabe que, si Lina tiene a Kira, él tiene una forma permanente de torturarme, además de lo del fideicomiso de la niña...
Alma lo miró con una mezcla de lástima y admiración.
Iván vivía en una guerra constante, una que ella apenas empezaba a comprender. al mover el brazo para tomar un sorbo de café, la manga de su ropa se deslizó, revelando un corte alargado y sangrante en su antebrazo derecho, producto del roce violento contra una de las molduras de madera durante la carrera hacia el búnker.
— Todavía estás sangrando — dijo Iván, dejando su taza de lado con una urgencia repentina.
— Es solo un rasguño, Iván. Estoy bien.
—No, no lo estás.







