Camino por el pasillo arrastrando los pies sobre la alfombra. Por alguna razón la puerta de mi habitación se siente más lejos de lo que debería. Cuando por fin la abro y entro, la cierro despacio, pero con firmeza. Apoyando la espalda contra ella y exhalo.
Está noche siento que todo me pesa. Los hombros, el pecho, la cabeza.
Seraphina.
No dejo de pensar en su rostro, en cómo temblaban sus manos, en la forma en que agachaba la mirada cuando hablaba de ese tal Elías. Tiene miedo y por supuesto no podría ser de otra forma. ¡Está embarazada!
Y solo tiene dieciocho años.
Me froto el rostro con ambas manos, reprimiendo un suspiro de frustración.
Entonces mi celular vibra en el bolsillo trasero del pantalón. Lo saco sin mirarlo porque sé exactamente quién es.
Cassian.
“Necesito hablar contigo. Voy a tu habitación.”
—No —murmuro. Y escribo rápido la respuesta.
“No lo hagas. No vengas.” dicta mi mensaje.
“Entonces ven tú.”
Aprieto los labios. Me duele la nuca. Siento la