Unos minutos después de que Kendall se marcha, me pongo la chaqueta como si al hacerlo pudiera protegerme de lo que estoy a punto de destruir. Es absurdo. Inútil. Lo sé. Pero lo hago igual.
Saco mi celular con prisa y tecleo un breve mensaje:
“Te necesito. Esta tarde. Restaurante ‘Léon’, en Mulholland Drive. Espero verte” presiono la tecla de enviar y suelto el aire contenido sabiendo que en ese sitio nadie nos reconocerá. Es íntimo y alejado.
La respuesta no tarda.
“Ahí estaré” responde Arielle, haciéndome ampliar una sonrisa.
Mi leoncita. Siempre tan dispuesta. Tan… mía.
El restaurante es discreto, elegante, con mesas separadas, luces bajas y ventanas que dan a un acantilado iluminado por las luces lejanas de la ciudad. Me acomodo en la mesa más alejada. Y pido una copa de vino. Mientras espero con impaciencia que ella llegue.
Y entonces, la veo.
En un vestido negro de tirantes finos que cae sobre su cuerpo como una segunda piel. Su cabello rubio suelto en ondas suaves. Su piel bril