Perspectiva de Cassian
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Arielle duerme profundamente, su cuerpo cálido pegado al mío, con su cabello extendido sobre mi pecho como una llamarada de miel y noche. La habitación aún está oscura, aunque ya no completamente. La luz del amanecer se filtra entre las cortinas, dibujando líneas doradas sobre su piel. El silencio es denso, casi sagrado. Solo se escucha el leve suspiro de su respiración y el latido de su corazón, acompasado con el mío.
Acaricio su espalda con lentitud, trazando el camino de su columna hasta la curva de su cadera. Me inclino y beso su coronilla. Me fascina verla mientras duerme. Cuando no me mira con esa mezcla de deseo y ternura. Cuando no se disculpa por desearme. Cuando es mía sin excusas.
Ella se mueve ligeramente al sentir que me he despertado y su voz emerge entre sueños.
—¿Qué hora es? —pregunta adormilada.
—Las seis y cuarto —le susurro junto a la oreja.
Asiente con un murmullo y se encoge un poco, buscando más calor. Me quedaría así, hundido e