Edward recuerda todooo! el papi suegro de los Harrington necesitaba a Rossy de rodillas para acordarse. ¿Pues cuánto bebió para olvidarse del asunto? Eso lo sabremos después, ahora quiero saber que piensan. Si les gusta la historia las invito a dejar una reseña y sus cinco estrellitas en dónde está la portada de la novela. Eso me ayuda un montón y no cuesta nada $$ Muchas gracias por leerme, pero estén atent@s que les estaré dejando más capítulos en el transcurso de la tarde.
—¿Sabías que no lo recordaba?Mi voz corta el silencio como una navaja. No es más que un susurro seco, pero se siente como una sentencia. Rossy levanta los ojos hacia mí desde su posición cercana a la silla que arrastró hasta mi costado, junto al escritorio. No dice nada. Solo asiente. Lenta. En silencio. Como si las palabras fueran un lujo que no puede permitirse ahora.Me levanto. Me alejo un paso, solo uno, pero pesa como una grieta entre los dos.—¿Por qué no me lo dijiste? —mi tono no es duro. No sé cómo hacerlo duro con ella. Es más… dolido. Es la voz de un hombre al que acaban de arrancarle un velo de los ojos para mostrarle que todo este tiempo estuvo viviendo en un espejismo.Rossy abre los labios. Por un segundo, por una fracción de instante, la veo a punto de ser la de siempre. La que habla rápido, la que responde con la lengua afilada. Pero no. Esta vez, no. Solo parpadea y baja la mirada. Y eso… me jode. Me enreda el alma. Ella nunca se queda callada.—¿Por qué, Rossy? —p
Perspectiva de Rossy.Sus labios. ¡Dios santo… sus labios otra vez!No sé cómo llegamos a este punto, solo sé que los tengo sobre los míos y mi corazón está brincando como si quisiera salirse de mi pecho y correr en círculos. Es un beso que me parte en dos, me rompe las costillas desde dentro y me incendia la lengua. Y lo peor —o lo mejor, según cómo se mire— es que él no se aparta. Me besa. Me besa como si también lo hubiera estado soñando desde aquella vez. Como si durante estos tres años hubiera estado igual de jodidamente obsesionado.Siento sus manos en mi cintura, fuertes, decididas. Me aferro a sus hombros como si pudiera aferrarme al mundo desde ahí. Mierda. «¿Por qué tiene que tener esos hombros? ¿Por qué todo en él es tan firme, tan denso, tan jodidamente masculino? ¡¿De qué gimnasio oscuro lo sacaron y por qué lo dejaron usar trajes?!»La camisa le queda tan ajustada que por un segundo se me pasa por la cabeza arrancársela de un tirón, pero no tengo tiempo. No. Porque aho
Siento el aire en la catedral denso, casi sofocante, mientras observo a mi alrededor sintiendo que este corse está impidiéndome respirar con normalidad.Mis dedos tiemblan alrededor del ramo de lirios blancos, pero aprieto con fuerza, intentando que nadie lo note. Las flores son perfectas, igual que todo lo demás. Porque, por supuesto, un evento como este no se lleva a cabo todos los días y todo debe ser perfecto.«Mi padre se ha asegurado de eso»Me digo a mí misma que esta boda es lo mejor para todos. Para la empresa, para mi futuro, para asegurar mi lugar en un mundo que no perdona la debilidad. Y Daniel Harrington es el esposo perfecto en ese plan cuidadosamente diseñado.Miro de reojo al hombre que está a mi lado, esperando con su porte pulcro y mirada en alto. Es atractivo, lo admito. Serio, educado, con una elegancia natural que encajaría en cualquier portada de negocios. Pero su mirada… su mirada siempre es distante, reflejando que este compromiso le importa tan poco como a mí
—No es una petición, Arielle. Es una decisión. La voz de mi padre retumba en el despacho con una calma que resulta más amenazante que cualquier grito. Está sentado detrás de su escritorio de madera oscura, con la espalda recta y las manos cruzadas sobre un expediente que lleva mi nombre. Lo observo en silencio, intentando ignorar la opresión en el pecho mientras él me sostiene la mirada con esa frialdad que tan bien domina. Imponente. Intocable. Siempre ha sido así. Un hombre que no acepta un no por respuesta. Un hombre que construyó un imperio tecnológico desde cero y que espera que su única hija esté a la altura de ese legado. —¿Por qué él? —pregunto, rompiendo el maldito silencio que flota en la habitación. Mi voz no tiembla. Nunca lo hace delante de él. —Porque no hay nadie más que pueda salvarnos —responde. Directo, sin rodeos. Mi padre nunca adorna la verdad. Afuera de este despacho, el mundo cree que seguimos siendo intocables, pero aquí dentro no hay espacio para ilusion
Me inclino contra la barra antes de responder a su pregunta, sosteniendo mi copa de whisky con la delicadeza que, si mi madre viviera, consideraría "impropia de una dama". Pero esta noche no soy una dama. Esta noche no soy la hija obediente ni la prometida perfecta que mi padre quiere que sea.—Algo así —respondo al fin, sosteniéndole la mirada.—¿Y qué se celebra? —pregunta con su voz grave. Con un tono seductor que le sale natural.—Mi última noche de libertad —suelto, elevando la copa hasta mis labios.No sé por qué lo digo. Quizá porque su presencia me hace olvidar de momento lo que había estado sintiendo.Él apoya un codo en la barra, inclinándose apenas hacia mí. Su proximidad es abrumadora.—Eso suena a un desafío —dictamina con la voz más rasposa.Me observa con esos ojos oscuros, cargados de una intensidad que no debería revolverme el estómago de esta manera. Me gusta. Más de lo que debería.—Entonces, ¿por qué sigues aquí? —pregunta, con su voz es tan baja que apenas se escu
El silencio del amanecer me envuelve cuando deslizo las sábanas con cuidado y bajo los pies al suelo alfombrado.El aire de la habitación es cálido, pero mi piel desnuda se eriza al contacto. No por frío. No realmente. Es la sensación residual de lo que pasó aquí. De lo que hice.Busco mis tacones junto a la cama, con movimientos lentos, evitando cualquier ruido innecesario. No porque me arrepienta. Tampoco es que quiera huir. Simplemente… porque ya no hay nada más que hacer aquí.Ajusto el tirante de mi vestido mientras me levanto. El satén negro está arrugado y sube demasiado en mis muslos, recordándome cómo me lo arrancó anoche con una mezcla perfecta de desesperación y control.Doy un paso hacia la puerta cuando escucho su voz.—¿Ya te vas? —pregunta con la voz ronca.Me congelo. Y no es la idea de que me haya descubierto, es ese tono tan tranquilo, como si hubiera estado esperando que lo hiciera.Me giro lentamente, encontrándome con su mirada. Está recostado contra el cabecero,
—Hemos llegado señorita —avisa el chofer sacándome de mis pensamientos. Me tomo unos minutos mirando aún por la ventanilla antes de agradecer con amabilidad y bajar del vehículo.Siento la brisa nocturna recorrer mi cuerpo. Sin pensarlo mucho camino hasta la entrada del salón. Que sin duda es elegante.Me muevo con ese aire de mujer empoderada, fingiendo que estoy segura de lo que estoy a punto de hacer, aunque por dentro, todo en mi se deshace.Acomodo un poco la tela de mi vestido y me observo en pequeño espejo que llevo en mi bolso. Rogando que el bendito maquillaje cubra mi cuerpo durante toda la noche.Escucho el sonido de mi móvil al tiempo que lo siento vibrar en mi mano, justo antes de cruzar la puerta del salón con una notificación de Rossy, mi mejor amiga.Una rápida sonrisa se dibuja en mis labios antes de leer su mensaje."Sé que este no es el compromiso que soñaste, pero saldrás de esto como siempre, con la cabeza en ato. Siento mucho no haber conseguido un vuelo, pero vo
La voz de Daniel es intensa, varonil, aunque no tan grave, como aquella que me sedujo al instante en aquel club. —El placer es mío —respondo con amabilidad, mientras nuestras manos están estrechadas, hasta que la voz del hombre que viene a su lado se alza hacía a mí. —Para mi también es un placer conocer a la prometida de mi sobrino —menciona el hombre junto a él. Afirmando mi sospecha de que es familiar suyo. —Darius Harrington —se presenta, y una brisa helada recorre mi piel cuando estrecho su mano. Su mirada me recorre de una forma extraña. —Disculpa, por un momento creí que ya te había visto antes —espeta Darius, haciendo que Daniel dirija su mirada oscura a la suya. Frunzo el ceño porque es imposible haberlo visto y no acordarme de su cara. Los hombres de esta familia, estoy segura no son fáciles de olvidar. —No lo creo —contesto con calma, ocultando el leve temblor que amenaza con traicionarme—. Estoy segura de que no lo olvidaría. Darius deja escapar una risa suave, aun