Perspectiva de Edward Valmont
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La puerta de mi oficina se cierra y Rossy entra en mi oficina con un aire distinto. La última reunión terminó hace apenas unos minutos, pero su presencia arrastra consigo una tensión que no había sentido durante toda la junta. Se detiene frente a mí, con una carpeta en las manos y la mirada esquiva, como si algo la tuviera incómoda… como si quisiera decirme algo, pero luego se arrepintiera de hacerlo.
—¿Quería verme, señor Valmont? —pregunta, con esa voz que me parece tan sensual, ese acento latino, dulce y provocativo.
Asiento, apoyándome ligeramente en el respaldo del sillón. Aunque su voz suena más baja de lo habitual. No es la Rossy que suele moverse por los pasillos con seguridad, esa que siempre tiene una frase mordaz lista o una sonrisa traviesa a flor de labios. Esta versión suya está inquieta. Reservada. Tal vez incluso asustada de algo que no comprendo todavía.
—Sí. Quiero que revisemos los últimos ajustes del proyecto para Zurich —di