—Muy bien, llámala. Que venga. Quiero ver si de verdad me va a arrestar —sonrió Faustino.
Ya se imaginaba que debía ser Mariana, la oficial de policía.
—Pueblerino terco, ¿no entiendes por las buenas?
—¡Ya verás! —Ulises sacó su teléfono y llamó a su prima.
—Oye Mariana, estoy con unos amigos y nos golpearon. ¡Ven rápido con refuerzos a ayudarnos!
En la jefatura de policía...
Mariana acababa de terminar el caso del día anterior y ni siquiera había tenido tiempo de sentarse a descansar cuando recibió la llamada de Ulises.
—¿Por qué los golpearon? ¿Quién empezó? Explícame bien —preguntó Mariana con el ceño fruncido.
Conocía bien a su primo, siempre metiéndose en problemas, y no quería involucrarse. Pero siendo familia, tampoco podía negarse directamente.
—¡Mariana, esta vez no provocamos nada! ¡Un pueblerino nos atacó primero!
—¡Ven rápido con refuerzos o se va a escapar! —mintió Ulises.
—Está bien, dame la dirección y voy para allá... —suspiró Mariana, colgando con dolor de cabeza.
—¡Ja