— Sí, don Dante, lo haré.
Dante miró al maestro de selección de piedras que estaba a su lado.
— Vamos, vamos allá.
El maestro de selección de piedras siguió a Dante, llevando las copas de vino ya preparadas con la sustancia y un vaso de agua. Juntos llegaron a la puerta de la habitación de Daniela. Dante, por su parte, llevaba una copa de vino sin nada añadido. *Toc toc toc…*
Unos golpecitos suaves sonaron en la puerta. Daniela estaba dormida profundamente, y despertó con el ruido. Se quedó un poco confundida. ¿Sería Faustino, que tendría algún problema y por eso la llamaba a estas horas? Eran tiempos difíciles, así que no podía ignorarlo. Con esfuerzo, se levantó y dijo:
— ¿Quién es? ¡Qué hora es para llamar a la puerta!
Se escuchó la voz de Dante desde afuera:
— Soy yo, Daniela. Perdón por molestarte a estas horas. Es que creo que me comporté mal hoy, así que vine a disculparme. No te preocupes, te lo aseguro, no volveré a meterme con Faustino.
Dante tenía una sonrisa en