Después de beber el agua, Daniela dijo:
— Voy a llamar a Faustino, luego tendrás que disculparte bien con él.
Luego, Daniela, moviendo sus caderas y glúteos, fue a la puerta de la habitación de Faustino.
— ¡Por supuesto, quédate tranquila, Daniela!
Dante observaba en secreto la espléndida y hermosa espalda de Daniela. En su interior, una sonrisa fría se dibujaba en sus labios.
— Vaya, ¡qué cuerpo tan ardiente! Ya me estoy poniendo un poco nervioso. ¿Qué postura usaré luego? Te haré llegar al éxtasis, te someteré completamente a mi voluntad, ¡ja, ja, ja…
Las comisuras de los labios de Dante se curvaron hacia arriba sin poder contenerse.
En ese momento, Faustino, debido a lo que había visto de Daniela bañándose, no podía dormir. Estaba ardiendo de calor. Tuvo que ducharse con agua fría para bajar la temperatura, o no podría dormir en toda la noche.
Daniela llamó a la puerta un rato, pero Faustino no respondió.
— Faustino, Faustino, ¿estás dormido?
Faustino escuchó la voz de