Aprovechando el dolor que la invadía por la perdida de su bebé, Willow decidió que lo usaría para aniquilar a Bianca. La angustia se convirtió en furia, y aquella pérdida en su más poderosa arma. Con manos temblorosas, tomó la pastilla abortiva que el doctor le recetó. Sonrió con malicia al pensar lo que le esperaba a su queridita hermana.
Esperó en las sombras, como un tigre esperando el momento exacto para saltar sobre su presa. Finalmente, escuchó los pasos de Bianca acercándose por el pasillo, ligera, sin sospechar lo que se avecinaba. Willow dio un paso al frente, bloqueando su camino con una determinación feroz.
—Eres una zorra, Bianca —dijo con voz baja pero cortante, como un cuchillo afilado—. Te vi besándote con Cassian. No esperaste ni tres meses de casada para meterte en la cama con mi marido.
Bianca se detuvo en seco, y sus ojos se abrieron en una mezcla de sorpresa y desdén. Durante un momento, su rostro reflejó incredulidad, pero rápidamente se recomponía, mostrando una