Bianca, temblando de furia, logró soltarse del implacable agarre de Cassian. En un impulso, levantó la mano y lo abofeteó con todas sus fuerzas. El golpe resonó en la habitación, y ella, con los ojos brillando de rabia, no pudo evitar gritarle:
—¡Me das asco, Cassian! ¡Asco entiéndelo ¿Cómo te atreves a tocarme? ¡A besarme, siendo tú un hombre casado con mi jodida hermana!
Su respiración era rápida, su rostro enrojecido por la ira, mientras el veneno en sus palabras parecía envolverlo todo. No esperó una respuesta. Dando un último empujón, se giró y salió del salon, con el corazón desbordado de rabia, la boca seca de tanta furia contenida.
Todo bajo la atenta mirada de Willow, quien estaba recostada en el umbral, con una expresión que no dejaba entrever nada. A sus ojos, todo aquello no era más que un teatro bien montado. Una farsa.
— ¡Esto es lo que buscaba la zorra de Bianca! Hacerse la víctima, ganar compasión... y claro, quedarse con mi marido ― pensó Willow, apretando los dientes