El Jet privado era una extensión de la oficina de Alessandro: sobrio, impecable y diseñado para el poder. La cabina estaba tapizada en cuero beige y madera oscura, con asientos reclinables que parecían tronos y una iluminación que imitaba la luz natural con una frialdad costosa.
Aurora se instaló en uno de los asientos enfrentados, manteniendo la máxima distancia física posible. Llevaba un sencillo pero elegante traje de pantalón azul marino (comprado apresuradamente en una tienda de aeropuerto de lujo) y el pequeño dije de sol de Matteo oculto bajo la tela. Su maleta y su portafolio eran sus únicas barreras.
Alessandro Vieri se sentó frente a ella. Estaba leyendo un informe, con una tranquilidad artificial que Aurora reconoció como un signo de peligro. El aire en la cabina era tan denso con su presencia que ella sentía la falta de oxígeno.
Apenas se dirigieron la palabra al despegar. Solo los motores del jet y la azafata, que les sirvió café y una bandeja de fruta fresca, rompían el