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Alessandro Vieri, el heredero forjado en la ambición de Demian y Valeria, es un hombre acostumbrado a conseguir todo lo que desea. Es conocido en la élite como "el demonio", un título que lleva con orgullo. Su mundo es el control, el ébano y la oscuridad....
Aurora Reyes, la mujer que juró odiarlo desde la infancia, ha regresado. Ella no solo representa la luz y el amanecer que él siempre quiso extinguir, sino que ahora es la única amenaza profesional que puede desmantelar su imperio. Cuando el destino los obliga a trabajar juntos en un proyecto de alto riesgo, el odio infantil que se profesaban se convierte en una tensión adulta e innegable. Alessandro está dispuesto a destruirla. Aurora está dispuesta a hacerle pagar por el pasado. Pero en el fuego cruzado de su guerra, solo hay una certeza: el odio y el deseo arden con las mismas llamas. Y del legado de sus padres solo puede nacer una obsesión que lo consuma todo. .................................. El aire en el piso cincuenta de la Torre Ágata era tan denso como el ébano pulido que cubría sus suelos. Olía a dinero viejo, a café expreso amargo y a la autoridad inquebrantable que Alessandro Vieri había heredado. A sus veintisiete años, no era el niño mimado y caprichoso de antes; era un hombre cincelado con la frialdad de su padre, Demian, y la ambición indomable de su madre, Valeria. Llevaba un traje hecho a medida que parecía una segunda piel oscura, y la única nota de color en su oficina de vidrio era el fuego artificial que ardía en sus ojos grises. Estaba a punto de cerrar un trato monumental, una adquisición hostil que pulverizaría a la competencia. Su día iba según lo planeado, frío, calculado, perfecto... hasta que el asistente anunció a la nueva consultora. 💥 El Choque La mujer que entró no era ninguna de las profesionales sumisas y de grises que Alessandro solía contratar. Llevaba un sencillo vestido azul que, de alguna forma, se sentía brillante en la penumbra lujosa de la oficina. Su cabello castaño oscuro caía en ondas salvajes, y sus ojos... esos ojos, del color exacto del café recién molido, lo miraron sin parpadear, sin miedo, sin sumisión. Eran los ojos que Alessandro recordaba perfectamente: la única luz que se atrevía a enfrentarse a su sombra. Hubo un instante de silencio. Un reconocimiento a quemarropa. Él la vio. El ángulo de su barbilla al desafiarlo. El ligero temblor de su mano al ajustar su portafolio de piel desgastada. Y lo supo. Ella, por su parte, lo vio. El aura de poder que lo rodeaba como un manto venenoso. La sonrisa apenas perceptible de suficiencia en sus labios. Aurora. La niña del cabello enmarañado y las rodillas raspadas que lo había odiado con cada fibra de su pequeño cuerpo en aquel verano infernal. La única persona en el mundo que no se inmutaba ante el apellido Vieri (o el Moretti), porque para ella, él solo había sido, y seguía siendo, el pequeño demonio. La única mujer que representaba la luz y el amanecer que él siempre había intentado extinguir. Alessandro se levantó de su asiento, moviéndose lentamente, disfrutando del momento como un depredador. La tensión era tan pesada que casi se podía cortar con un cuchillo. —¿Aurora?— Su voz era grave, apenas un susurro de incredulidad, mezclado con la diversión de la caza. Ella apretó su mandíbula. —Señor Vieri. Soy la Doctora Reyes. He venido a desmantelar su división de finanzas, tal como lo solicitó— Su tono era formal, letalmente profesional. Él sonrió, un destello oscuro. —Parece que el destino tiene un sentido del humor retorcido. Bienvenida de nuevo al infierno, Aurora. No creas que he olvidado cómo te gustaba llorar. Aurora no contestó. Simplemente abrió su portafolio, dejando claro que aquella guerra no se ganaría con palabras.






