20. El Juego de la Verdad
Los inversores, aunque sorprendidos por la interrupción, escucharon con atención. La claridad y la pasión con la que Alexander presentaba su idea eran innegables, y algunos de ellos comenzaron a intercambiar miradas, reconsiderando sus posiciones iniciales.
Desde su asiento, Balthazar Arden observaba con una mezcla de cautela y admiración. Sabía que Alexander no era alguien a quien subestimar, y la determinación del joven príncipe le recordaba la propia ambición que había llevado a la familia Arden a alcanzar su posición actual.
Celeste, por su parte, sentía un nudo en el estómago. Sabía lo que significaba este enfrentamiento para su familia, pero también había visto la dedicación de Alexander. Había algo en su voz, en su forma de expresarse, que la conmovía de una manera que no podía ignorar.
Cuando Alexander terminó su presentación, el salón quedó sumido en un silencio expectante. Los inversores, con semblantes pensativos, volvieron a reunirse para deliberar. La tensión en el aire e