Después de decir esto, entró al vestidor para cambiarse el elegante vestido.
Álvaro estuvo mirando la figura por un buen rato y sonrió.
Siguió a su esposa al vestidor. Susana se estaba cambiando cuando notó su presencia e hizo un gesto:
—Señor Mesa, me estoy cambiando.
Álvaro se acercó por detrás y rodeó la delgada cintura de su esposa con las manos, aún jugando con la figura.
Acercó su nariz respingada al cuello suave de ella, rozándolo ligeramente, ¡provocando una sensación turbadora!
—Tú sí sabes cómo manejar a ese chico.
—Te lo agradezco.
El agradecimiento verbal del hombre era realmente irresistible.
En poco tiempo, Susana no pudo resistir la tentación.
Extendió la mano para detener el pecho de su esposo, con mirada tierna como el agua:
—No hagas travesuras, la herida aún no ha sanado bien, no la vayas a abrir.
Los ojos negros de Álvaro eran profundos, llenos de deseo amoroso. En un momento levantó a su esposa en brazos y la puso sobre el tocador dorado, inclinándose para seguir b