La respiración de Luis era ardiente.
Bajó la cabeza ligeramente inclinada, como si quisiera besarla, pero al final se detuvo, solo la miró fijamente con sus ojos negros.
Los dos cuerpos pegados, subiendo y bajando lentamente con la respiración.
Una situación muy íntima.
Evocaba recuerdos del pasado.
Ese mes, en realidad había sido enloquecedor. Él siempre tenía energía inagotable, mientras ella no podía más y le rogaba que terminara. Los dos pensaron simultáneamente en esos días desenfrenados, sus expresiones llenas de significado.
Después de un largo rato, Luis murmuró: —¿Todavía es tiempo de empezar a amarte ahora?
Elia sonrió: —¿Amarme ahora? Luis, ¿crees que el amor es como comer o ir al baño, que con solo decirlo ya tienes el sentimiento?
Luis le levantó la barbilla puntiaguda, con voz un poco mimosa: —Antes no eras tan grosera.
Elia le apartó la mano: —Mejor acostúmbrate.
Luis dijo en voz baja que sí: —Solo dame una oportunidad.
La mujer no respondió. El silencio era la respuesta