La noche del banquete, los dos bebés pasaron la noche en casa de los Turizo.
Originalmente, iban a dormir con Lisa.
Pero a la hora de acostarse, cuando los dos bebés se habían quedado solo en ropa interior, llegó papá.
Uno en cada brazo, los cargó y se los llevó.
Lisa se alarmó: —Aún no se han lavado los dientes, tú como hombre grande no sabes cómo cuidar niños.
Luis: —Sí sé.
Lisa quiso seguirlo, pero Máximo la detuvo: —Es raro que pasen una noche en casa, deja que Luis acompañe a los niños. Antes siempre te quejabas de que no maduraba, ahora que quiere cumplir con sus deberes de padre, ya no quieres.
Lisa seguía sin querer soltarlos: —Yo también hace mucho que no abrazo a mis nietos.
El pato que tenía en la boca se le voló, Lisa se sintió muy decepcionada.
Fue Máximo quien vio las cosas claramente: —Cuando Luis recupere a su esposa, ¿no podrás abrazar a tus nietos todos los días?
Lisa al escucharlo, pensó que tenía razón.
***
En el dormitorio del lado este.
Luis, torpe y desorganizado