Damián, elegante, sosteniendo una copa de champán, conversaba con los invitados con una actitud relajada. Su mirada se deslizaba ocasionalmente hacia la entrada del salón, esperando ver inesperadamente a Aitana.Pero pasada la mitad del evento, Aitana no apareció.
— ¿En qué estás pensando, Damián? —sonó una voz familiar.
Damián giró. Era Orión Zelaya de Millennium. Esbozó una leve sonrisa: — Orión.
Orión le dio una palmada en el hombro, bromeando: — Te he estado viendo distraído. ¿Estás esperando a alguien?
Damián sonrió con discreción: — ¡En absoluto!
Mirando su porte distinguido, Orión suspiró: — Fernando sí que sabe criar hijos. Tú, a tu edad, ya diriges todo. Comparado con mi hijo, es realmente desesperante.
El hijo de Orión se llamaba Esteban, un conocido niño bien problemático de Palmas Doradas.
Damián, que solo había escuchado rumores sin conocerlo, respondió con cortesía: — Esteban tiene talento. Con la educación adecuada, sin duda será alguien importante.
Los ojos de Orión bril