La familia de Evelyn siempre ha tenido dinero y es una de las razones por las que se alejó de sus padres en un intento de abrirse camino en el mundo del arte sin que su apellido fuera impedimento. Sin embargo, cuando su padre entra en bancarrota, no le queda más que suplicar por la ayuda de Evelyn: necesita que su hija acepte la oferta de matrimonio que su jefe le ha ofrecido. Wilhelm Evans es un hombre con el que Evelyn solo ha convivido en una noche inolvidable y cuya presencia es tan imponente que incluso sus empleados le tienen miedo. Por el amor hacia sus padres y por la oportunidad de obtener dinero para terminar sus estudios, Evelyn acepta. ¿Qué traerá este matrimonio a la fuerza? ¿Es el jefe de su padre tan malo como parece? ¿Es amor o pasión lo que los atrae el uno del otro?
Leer másConforme el taxi avanza por el camino de piedra, la casa se acerca poco a poco, apareciendo entre los árboles frondosos como una mansión salida de cuentos de hadas. Es grande y el estilo victoriano se impregna en cada ventanal y escultura decorativa. Es el tipo de mansiones clásicas que pueden encontrarse en Inglaterra, alejadas de la civilización y ocultas entre bosques primitivos. Evelyn contempla su antigua casa por un momento, pero luego baja los ojos para recoger el desastre que ha dejado en el asiento.
De manera apresurada, guarda sus cuadernos de dibujo y sus lápices de colores. En el movimiento, escucha el crac de uno de sus colores favoritos y gime de disgusto. No puede permitirse una caja nueva como para andarlos rompiendo. El taxista le dirige una mirada por sobre su hombro, pero ella lo ignora.
Por fin, el auto se detiene junto a la fuente decorativa del patio exterior. Evelyn se apresura a bajar, pero el taxista está tan maravillado con la mansión que no se fija en lo maltratado que está el jardín, con el césped crecido y las flores marchitas, o lo decadente que la fuente es, con el color corrido y manchas de suciedad.
Evelyn no se molesta en preguntar cuanto le debe y saca el billete de diez euros que tenía preparado, no va a dejar que, ahora que ha visto el lugar de destino, suba la tarifa del viaje. Evelyn no tiene un centavo más con ella para que eso suceda. El taxista contempla el billete y luego vuelve sus ojos a la mansión, claramente tentando su suerte, pero Evelyn lo deja caer en su regazo pretendiendo torpeza.
—Lo siento —dice ella —. Gracias.
Luego se da la vuelta y sube las escaleras hacia la puerta con paso rápido. No es hasta que toca la albada que escucha el carro irse. Evelyn rueda los ojos, pero también juguetea con sus dedos de manera nerviosa. Se ha alejado del lujo de sus padres, pero también le incomoda la idea de que alguien piense que todo es falso, aunque, en este punto, lo es.
Escucha pasos del otro lado y se sorprende cuando Silvia, el ama de llaves, le abre la puerta. Tiene su uniforme puesto: un vestido gris sencillo por debajo de una gabacha blanca y, por sobre su pelo negro atorado en un moño eterno, se ha colocado la diadema/gorro que a Evelyn siempre le ha parecido de mal gusto, pero que su madre adora en el personal de la mansión.
—¡Señorita Evelyn! —exclama en cuanto la mira a la cara —. ¡Es un placer tenerla en casa luego de tanto tiempo! —hace el amago de una inclinación, pero Evelyn la detiene poniendo una mano en su hombro.
—Olvida eso, Silvia. Mejor dame un abrazo.
Evelyn la envuelve en sus brazos antes de que la mujer proteste. La siente tensarse por la incomodidad, pero rápidamente le devuelve el abrazo y, al separarse, le palmea la espalda con cariño. Silvia siempre ha estado ahí para Evelyn y no puede mentir, le alegra verla todavía en la mansión.
—No esperaba verte por aquí, Silvia —admite.
—Ya ve usted, señorita —suspira ella—. Incluso un sueldo por debajo del mínimo es un sueldo que ayuda a mi familia.
Evelyn siente que el estómago se le hunde de incomodidad ante la confesión.
—No se preocupe por eso, señorita —le dice Silvia al ver su reacción—. Venga, pase, esta es su casa.
La mujer camina hacia dentro y Evelyn la sigue obedientemente. Entregándole su bolso lleno de cuadernos y lápices cuando ella se lo pide.
La mansión sigue siendo tan imponente por dentro como Evelyn la recordaba. El pasillo principal solo tiene una puerta hacia la derecha, donde se abre paso a la sala principal, que tiene una luz natural increíble gracias a la ventana. Los sillones, las decoraciones y la chimenea, sin embargo, observa Evelyn no tienen el reflejo de extravagancia que ella mantiene en su mente. De hecho, todo está tapado con plástico y parece que una capa de polvo ha anidado sobre ellos.
El pasillo se estira un poco más hasta terminar en el espacio central de la mansión, el vestíbulo donde una escalera grande y negra conduce hasta el segundo nivel. Hacia la derecha hay una pequeña puerta cerrada que guía hacia la parte trasera de la casa. A la izquierda está el camino hacia el comedor principal, el grande, que se conecta con el salón de baile para las ocasiones especiales y, bajo la escalera, también hay otra puerta, pero esta se dirige a la cocina, donde solo el personal se mantiene. En esta estancia también hay polvo y Evelyn solo puede imaginar cómo se encontrará el resto de la mansión.
—Decadente, señorita —dice Silvia con tristeza.
—¿Tan mal están? Escuché los rumores y mamá me cuenta algunas cosas cuando hablamos por llamada, pero no imaginé… esto. Parece un lugar abandonado.
Evelyn siente el dolor en el estómago de nuevo. Este fue su hogar y, en el fondo, sigue siéndolo, le duele verlo tan descuidado, casi irreconocible.
—No me entero de todo, señorita, pero ahora yo me encargo solo de la comida y la limpieza de la habitación principal. El jardinero fue el primero en irse, luego las demás muchachas de limpieza y a Barry lo despidieron hace un mes.
Barry fue el mayordomo de la mansión desde que Evelyn tiene memoria, sabe que la familia de él ha servido a la suya desde hace tres generaciones y el hecho de que él se fuera hace referencia a los problemas económicos de sus padres, a los suyos.
—No sé cuándo me iré yo— se lamenta Silvia mientras saca un pañuelo y se enjuaga los ojos—, pero tengo que aguantar lo suficiente para que mi hijo termine la carrera. Ya nadie contrata amas de llave en estos días, señorita, no cuando hay gente de su confianza para hacerlo.
Evelyn sabe que tiene razón y le entristece por ella. Desde que la cuidó cuando era pequeña, Silvia ha estado junto a ella y el no mantener contacto ha aislado a Evelyn de sus preocupaciones. No cree que eso sea bueno para ellas, tomando en cuenta que la considera como una tía cercana.
Silvia se suena la nariz, pero se recompone rápido.
—Lo siento, señorita. Sígame, por favor, sus padres la esperan en el cobertizo trasero. Les gusta estar ahí a esta hora.
Luego la mujer comienza a caminar y Evelyn le sigue le paso. Silvia se dirige a la puerta de la derecha y la abre sin problemas. Hay un pasillo que cubre la estancia de la sala, con las paredes cubiertas de fotos familiares. No hay tiempo de verlas, porque Silvia, aunque bajita, tiene unos pies que se mueven rápida y silenciosamente. Pronto, llegan a la puerta del final, que es antigua como todo y está abierta.
La luz del día está empezando a menguar y el horizonte ha adquirido un tono naranja que ciega a Evelyn por un momento. Junto a la puerta, en un cobertizo elegante, pero descuidado, hay una mesa con una jarra de lo que parece limonada con hielos y dos sillones reclinables al lado, ambos ocupados.
Sus padres están, para sorpresa de Evelyn, muy tranquilos. Su madre tiene el cabello rubio con más raíces negras y su padre tiene un poco más de canas, pero siguen siendo los mismos. Su madre es la primera en verla. Le sonríe y se apresura a levantarse. Su rostro tiene forma de corazón y sus pestañas son increíblemente largas, viste uno de sus abrigos de piel falsa y unos tacones negros que le hacen parecer más alta. Cuando abraza a Evelyn son de la misma altura.
—Mi niña —dice sonriendo—. Te extrañábamos por la casa.
—Lo siento, madre. La universidad no me deja tiempo para visitas.
Es mitad cierto, pero su madre no hace preguntas. La toma de la mano y la lleva hacia su padre, que ha dejado la computadora en la que trabaja de lado y también la abraza con fuerza. Él es más grande que Evelyn y la muchacha le gusta dejarse caer en sus brazos. Tiene los brazos fuertes y el olor de sus abrigos siempre ha encanto a su hija, que no puede evitar recordar los viejos tiempos, cuando era una niña que solo podía dormir entre los cuerpos de sus padres para tranquilizarse.
—¿Cómo estas, cariño?
—Estoy bien, papá —miente —. Estoy más preocupada por ustedes, ¿qué ha pasado?
Sus padres comparten una mirada.
—Trae algo más de limonada para Evelyn, Silvia, por favor— dice su madre.
Silvia agacha la cabeza y recoge la jarra sin mirar a nadie. Se adentra en la mansión sin objetar. Evelyn frunce el ceño y su padre la conduce hasta el asiento en el que él estaba.
—¿Qué pasa? —pregunta Evelyn, siente que algo va mal además de lo obvio.
—Tenemos que hablarte de un trato —dice su padre.
Por supuesto, el nombre de Rebecca Gollbing cala en la mente de Evelyn de inmediato. Liam le mencionó el nombre en la noche de cena elegante, le dijo que era muestra de su confianza y Evelyn, en algún punto, lo olvidó por completo. Días al lado de Wilhelm, con eso creciendo entre ellos y la lucha por comenzar a realizar su cuadro para la universidad hicieron que Evelyn perdiera la noción del tiempo. Ahora, la sola imagen de Rebecca Gollbing que se le presenta en mente hace que el estómago se le revuelva. —Rebecca Gollbing —asiente Lorenzo y Evelyn quiere que deje de decir su nombre—. Es la hija menor de Lukas Corallo. —No tiene su apellido. —No— se encoge de hombros—. A Lukas se le conoce en el alto y en el bajo mundo de Europa. Todos los famosos de América están en medio y no quería investigaciones innecesarias. Le dio el apellido de su madre, creo que se llamaba Ava, Ava Gollbing. Era una estrella famosa aquí o algo así— mueve la mano con desgana. —Era una actriz —interviene Lia
—Evans tiene negocios por todo el mundo, los sabes— dice Liam por sobre el humo—. Ha llegado a muchos continentes y no hay sistema de entrega que le haga competencia, tiene un gran sitio web, mucha publicidad y un gran servicio. ¿Quieres transportar algo? Evans es la solución. Hay de todo: pedidos por paquetería, pedidos por aplicaciones, transportes de toda clase. Es normal que necesite ayuda para llevar a todo a todos lados.—Por eso están ustedes —completa Evelyn. Su padre tuvo socios a lo largo de los años, nunca fueron lo suficientemente importantes para ponerlos junto a su nombre en la empresa y confiar demasiado en uno fue lo que le llevó a la quiebra, pero Evelyn sabe la función de los socios en una empresa que comparte título.—Para eso estamos nosotros— Liam asiente—. Yo le proporciono los comercios en América, desde el norte hasta el sur, Lorenzo lo tiene en el continente europeo con sus contactos desde Italia y O’Neil ayudó a cerrar el último trato para expandirse por Asia
Liam suelta completamente a Evelyn y se deja caer sobre la mesa de reuniones con un suspiro cansado en el momento en que los pasos del señor Corallo se dejan de oír por el pasillo y el timbre del ascensor llena el silencio. Evelyn siente su corazón calmarse de manera ligera, pero no puede apartar la vista de la puerta, como si todavía tuviera al señor Corallo viéndola de esa manera tan desagradable. Frente a ella, Lorenzo y O’Neil la observan con cautela antes de Liam llame su atención.—Mierda —susurra con la cara contra la madera fina—. Me duele la cabeza, ¿dónde se supone que esta ese café que pedí hace tanto?—Calmate, biondo.—¿Por qué tardaron tanto?—No estaba en mis planes aparecerme por aquí. O’Neil me arrastró por mi edificio sin decirme mucho y el estúpido de su chofer casi hace que choquemos dos veces antes de llegar.—No puedo creerlo —O’Neil niega con la cabeza mientras pasa los papeles que los abogados le han dejado en la mano—. Ni siquiera se han leído la primera págin
—Lukas—Evelyn es capaz de escuchar el rechinar de dientes de Wilhelm, hay advertencia en su voz. A su lado, Liam extiende su mano y la posa sobre su muñeca, como si quisiera contener a Evelyn—. Habíamos acordado otra fecha para tratar este tema, ahora no es el momento ni el lugar para hablar de esto.—Eso habías dicho, pero yo tengo mi propio horario. Pensé que te gustaría una visita de manera presencial, especialmente cuando tenemos un tema pendiente e importante para discutir.A su alrededor, los abogados permanecen callados, pero se mueven de un lugar a otro, pasando hojas de papel y sellos de mano en mano. Evelyn sabe que no son completamente ajenos a la conversación, pero se quedan en silencio, solo esperando a que el señor Corallo les dirija la palabra.—Lo sé, Lukas. Aun así, siempre es bueno una pequeña advertencia en lugar de una aparición inesperada.—Mis visitas inesperadas te molestan, pero cuando mi hija solía hacerlas te parecían fascinantes, ¿no es cierto?Wilhelm se pa
Mientras Evelyn sube por el ascensor en el impersonal edificio de oficinas, siente cómo sus manos se aferran al pasamanos con una tensión casi dolorosa. El zumbido mecánico que acompaña su ascenso parece amplificar sus nervios, y su mente da vueltas a todas las posibles situaciones que la esperan en cuanto tenga a Wilhelm frente a ella. Su corazón late con una mezcla de anticipación y ansiedad, y sus ojos, fijos en las cifras que indican los pisos, parecen no querer moverse. Su respiración se hace más superficial, y solo puede esperar que la incómoda travesía vertical llegue a su fin pronto.De hecho, le toma un momento darse cuenta que Liam le está hablando.—Enserio necesito que veas todo con la cabeza fría, Evelyn.—Ni siquiera sé de qué me estás hablando.—Lo sé. Le dije a Evans que esto tenía que estar solucionado d
Evelyn desciende del lujoso automóvil y observa con admiración el imponente edificio de la compañía de exportación e importación de su esposo. El edificio, situado en el corazón de Los Ángeles, se alza majestuoso y moderno, un testimonio de la importancia y el alcance global de la empresa Evans. El exterior del edificio es una combinación perfecta de arquitectura contemporánea y elegancia empresarial. Las paredes de cristal tintado reflejan el resplandor del sol de California, mientras que la fachada de acero y granito da una impresión de solidez y seriedad en los negocios. Unas elegantes letras doradas en la entrada proclaman el nombre de la compañía, “Evans & Socios”, destacando su renombre en el mundo empresarial, especialmente con los aliados de Wilhelm.—¿Todo bien, señorita? —la voz de Mark detrás de ella sobresalta a Evelyn. No se ha fijado que él también está fuera del auto y que la mira con preocupación.—Sí, Mark. No es nada.—¿Quiere que la espere? —Evelyn da una mirada al
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