Berlín se sentía vivo ese dia: bicicletas circulando por las calles adoquinadas, y peatones en ambas direcciones. A pocos dias de su apertura, Eleni salió de su apartamento en pijama, ubicado justo encima de su cafetería, con su cabello castaño recogido en un moño alto y su rostro fresco sin maquillaje.
Se agachó y comenzó a colocar en fila los maceteros de lavanda y romero que había comprado para la terraza. Su cafetería, aún en remodelación, se llamaría “Papadopoulos Kafetería”, como homenaje a su familia y sus raíces griegas. El pequeño acuario, llegaba esa tarde. Pronto abriría sus puertas al público berlinés.
Se levantó y respiró hondo desde su pequeña terraza, dejando que el frío le limpiara el alma. Hoy se sentía fuerte. Imparable. Había ganado un millón de euros, y esa victoria le devolvía la dignidad que Otto le robó aquella noche. Ahora podía abrir su negocio sin miedo. No necesitaba nada de nadie.
Fue entonces cuando escuchó una bocina y a alguien saludando a un tipo en la