Eleni cerró los ojos. Las palabras apenas entraban. Cortocircuito… como si una chispa hubiera decidido borrar años de trabajo, planificación y sacrificio. Se levantó, caminando entre la ceniza, notando cómo el calor de la estructura aún se mantenía en el aire. Sus amigas la rodeaban, intentando apoyarla, aunque la gravedad de la situación era palpable.
—Tenemos que pensar qué hacer ahora —dijo Katerina, la voz firme pero temblorosa—. No podemos quedarnos paralizadas.
—Sí… sí —respondió Eleni, tragando saliva—. Pero… todo está perdido… mi apartamento, la cafetería… todo.
Anna abrazó a Eleni con fuerza, mientras Emil, el socio y confidente de Otto, apareció al fondo, levantando una ceja. Había escuchado el rumor y decidió acercarse para asegurarse de que ella estaba bien.
—¿Estás herida? —preguntó—. ¿Necesitas ayuda?
Eleni negó con la cabeza. Estaba más preocupada por lo tangible, por lo que había sido su sueño hecho realidad y ahora estaba reducido a cenizas. Pero una parte de ella no