Capítulo 42 – Sombra que vuelve.
El avión privado aterrizó en el aeropuerto ejecutivo de Dallas a las 03:14 bajo una lluvia fina que parecía querer lavar la pista antes de que mis botas la tocaran, bajé por la escalerilla de servicio junto a Adrián, mi mano rozando la suya en la oscuridad. Llevábamos gorras negras caladas hasta las cejas, el cabello teñido de castaño oscuro y cortado en capas desiguales que rozaban los hombros. Abrigos grises tres tallas más grandes, gafas de montura gruesa que ocultaban la mitad de nuestros rostros, mochilas que pesaban más por lo que contenían que por su tamaño: dos discos duros encriptados, pasaportes falsos con nombres de personas que nunca existieron, y un frasco de pastillas para el insomnio que no había abierto en cinco años. Nada de SIM local. Los teléfonos quemados que usábamos solo se encendían para mensajes cifrados vía satélite, guardados en fundas de plomo dentro de las mochilas. El taxista, un hombre de cincuenta con bigote gris y olor a cigarrillo, no nos miró dos vece