Capítulo 38 – La Familia.
Los primeros días en Toscana fueron un torbellino. La casa era antigua. Paredes de piedra caliza, agrietadas por el tiempo. Techos altos con vigas de madera oscura. Ventanas que daban a viñedos infinitos, colinas verdes y un cielo que parecía más azul que nunca. El aire olía a lavanda, tierra húmeda y pan recién horneado del pueblo. Sofía y Valeria corrían descalzas por el patio empedrado, sus risas resonando entre los olivos centenarios. Adrián cargaba cajas de la furgoneta alquilada, sudor en la frente, músculos tensos bajo la camisa. Flor organizaba la cocina, ollas de cobre, especias en frascos, laptop siempre encendida sobre la mesa de roble. Gabriela, con su vientre de cinco meses ya prominente, caminaba lento, tocando las paredes como si sintiera el pulso de la casa. Vida nueva. Un hogar.
La adaptación fue dura. Las mellizas extrañaban la mansión. Los juguetes electrónicos. La piscina. La ciudad. Lloraban por las noches, abrazadas a sus osos. *Quiero volver*. Adrián las consola