El Hijo ilegítimo del CEO
El Hijo ilegítimo del CEO
Por: Celina González
Prólogo

La ciudad despertaba lentamente y mientras el día comenzaba a desplegarse con pereza. En medio de aquel paisaje tranquilo, una figura femenina avanzaba con paso firme. Su cabello negro ondeaba con la brisa matinal, y sus ojos color café, profundos y llenos de matices, reflejaban una mezcla de determinación y miedo. A su lado, un pequeño niño caminaba alegre, sosteniéndole la mano con fuerza.

—Mamá, quiero ver a mis abuelas rápido —dijo el niño, con una sonrisa radiante.

—Ya casi llegamos, mi amor —respondió Valentina, devolviéndole la sonrisa, aunque sus ojos delataban la tensión que escondía en lo más hondo de su pecho.

Después de casi seis años, Valentina Figueroa regresaba a la capital con un secreto que la había perseguido desde aquella noche que cambió su vida. Una decisión impulsiva, había tenido consecuencias que ahora caminaban a su lado... con la forma de un niño de cinco años.

Mientras avanzaban, el recuerdo la atrapaba sin piedad. Pensaba en esa noche de tragos y locura, en el silencio que vino después, y en el miedo que la obligó a marcharse sin mirar atrás. Pero también pensaba en el futuro, en la posibilidad de empezar de nuevo, de ofrecerle a su hijo lo que ella nunca tuvo: verdad, raíces, un lugar seguro.

En otro punto de la ciudad, la familia Milano comenzaba su día en su elegante mansión. Una construcción majestuosa en medio de jardines cuidados y ventanales amplios. Gabriel Milano, patriarca de una de las familias más influyentes del país, ya estaba en pie revisando documentos. Era un hombre de negocios exitoso, de presencia imponente, cuya voz bastaba para que una sala entera se pusiera de pie.

A su lado, Martina, su esposa, conservaba intacta la gracia de su juventud. Elegante y sofisticada, era el alma de las reuniones sociales y la encargada de mantener la imagen impecable de la familia. Juntos tenían dos hijos: Benjamín, el heredero natural de los negocios, y Jazmín, su hija menor, quien cursaba una especialización en finanzas en Italia.

—No olvides que solo queda una semana para recibir el año nuevo —le dijo Martina a su hija por teléfono, mientras acomodaba esferas doradas en el árbol navideño de la sala principal.

—Lo sé, mamá. Volveré pronto —respondió Jazmín con una sonrisa al otro lado del mundo.

—Y tendré que recordárselo a tu hermano también, o será capaz de irse de fiesta —suspiró Martina.

—Ya no somos unos niños, mamá. Volveremos, lo prometo —aseguró Jazmín con ternura.

—Mientras tanto, seguirán recibiendo el año nuevo conmigo —sentenció Martina antes de colgar.

La llamada dejó a Jazmín pensativa. Echaba de menos su hogar, las luces navideñas titilando en el jardín, el aroma a ponche, y las bromas de su hermano.

Benjamín, por su parte, se encontraba en el despacho con su padre, revisando informes. Llevaba traje oscuro y una mirada seria, concentrado en los movimientos financieros del grupo Milano. Desde muy joven había demostrado una disciplina férrea y una ambición templada que llenaban de orgullo a su padre.

—Has hecho un excelente trabajo, hijo —le dijo Gabriel con un gesto de aprobación.

—Aprendí del mejor —respondió Benjamín, dándole una palmada en el hombro.

—Ahora solo falta que me conviertas en abuelo —bromeó el hombre, arrancándole una mueca a su hijo.

—No empieces con eso, papá. Mejor dile a Jazmín —resopló Benjamín, rodando los ojos.

—Mi princesa aún no se ha enamorado, y prefiero que se case por amor, no por conveniencia.

—¿Y yo sí puedo hacerlo por conveniencia? —preguntó Benjamín con sarcasmo.

—No, claro que no. Pero tampoco quiero que te cases con alguien sumisa, que te diga siempre que sí. Te conozco, hijo. Te gusta tener el control, pero algún día llegará una mujer que te haga tambalear.

Ambos rieron. Gabriel sabía que su hijo era perfeccionista, exigente, racional... pero también sabía que no estaba hecho para las medias tintas del amor. En el fondo, esperaba que una mujer apareciera en su vida y lo obligara a dejar de planear todo.

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Valentina abrazaba a su madre con fuerza. Sus ojos se humedecieron al ver a su abuela sentada en su silla de ruedas, con una sonrisa suave que la hacía sentir en casa. Aunque ya no podía hablar, sus gestos transmitían toda la ternura que aún habitaba en ella.

—¡Abuela, me gusta mucho tu árbol de NAVIDAD! —exclamó Valerio, maravillado.

—Lo hemos adornado especialmente para ti, mi niño —respondió la madre de Valentina, emocionada.

—¡Y el Niño Jesús traerá muchos regalos! —añadió el pequeño con entusiasmo.

—Mañana iremos de compras, así que hoy a descansar —dijo Valentina, acariciándole el cabello con ternura.

Valerio rió y se acurrucó contra su madre. Era feliz. Ella, en cambio, luchaba contra la ansiedad que le apretaba el pecho. El regreso había sido más difícil de lo que imaginó. Aquel pasado que creía sepultado empezaba a revolverse dentro de su memoria, y el miedo al reencuentro con aquel hombre que marcó su destino la perseguía en silencio.

Valentina Figueroa no lo sabía aún, pero su regreso estaba a punto de alterar el equilibrio de una familia poderosa. Y aunque intentara evitarlo, la verdad terminaría por alcanzarla… porque el verdadero padre de su hijo llevaba el apellido Milano.

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